DE LA CRISIS A LA CONSERVACIÓN: Lecciones aprendidas en Santa Fe cuando (casi) se secaron los pozos
Durante la primavera de 2002, Santa Fe enfrentó una crisis creciente.
Después de décadas de sobreexplotación de los acuíferos y años de sequía intensa, el suministro de agua de la ciudad estaba disminuyendo rápidamente. A medida que los funcionarios se apresuraban a imponer restricciones en el consumo hidrológico, los residentes discutían sobre si debían o no seguirlas, acusando a los campos de golf y a los vecinos con sedientos céspedes. Eran tiempos de inquietud, y nadie sabía si llegarían las tormentas de verano para disipar sus temores.
"Recuerdo que en esos tiempos mi mamá se bañaba de pie en cubetas para poder mantener su jardín", dijo Jesse Roach, un nativo de Santa Fe que hoy en día es el director de la empresa pública de agua de la ciudad.
Pero en las dos décadas desde esa crisis –y quizás, en parte, debido a ella– la realidad hídrica en Santa Fe ha cambiado sustancialmente. A pesar de un 25 por ciento de crecimiento en la población de la ciudad desde 1995, Santa Fe ha reducido el consumo total hídrico en un 30 por ciento, resultando en un éxito nacional de conservación hídrica.
"Para bien o para mal, después de pasar por ese período de escasez, polémica y enojo – acabamos con una poderosa ética de conservación hídrica", dijo Roach. "Tenemos una población que lo acepta porque muchos de ellos vivieron esa crisis."
ACEQUIAS Y POZOS DE AGUA
La historia de cómo Santa Fe llegó a ese momento crucial del 2002 imita la historia del agua en muchas ciudades del oeste de los Estados Unidos. A lo largo de las décadas, a medida que crecen las poblaciones, el consumo del agua ha superado el suministro.
Desde tiempos inmemoriales, las poblaciones de la zona han dependido del río Santa Fe. En el siglo XVIII, se construyeron acequias para desviar agua con fines domésticos y agrícolas. Luego, en el siglo XX, a medida que fue creciendo la ciudad, los ingenieros represaron el río para construir dos embalses en las montañas Sangre de Cristo. Por un tiempo, el agua parecía abundante.
Luego llegaron los años de auge. Entre 1940 y 1990, la población del condado de Santa Fe más que triplicó, de 30,000 a casi 100,000, y la demanda hídrica aumentó en una "curva clásica de crecimiento exponencial", dijo Roach.
Cuando llegó la sequía a principios de los 2000, las líneas de agua de la ciudad se abastecían de estos dos embalses (que se agotaban rápidamente) y de 21 pozos ubicados dentro y alrededor de la ciudad. A medida que la sequía avanzaba, los niveles de agua cayeron a niveles alarmantes. "Casi no había agua en el río Santa Fe", recordó Roach. "Los pozos habían sido explotados en exceso durante la década anterior, y de repente fue muy difícil para la empresa hidráulica mantenerse al día con la demanda."
10,000 INODOROS
Algo tenía que cambiar, así que los funcionarios pusieron manos a la obra, imponiendo restricciones que limitaban cuándo y con qué frecuencia los residentes podían regar sus jardines – y comprando 10,000 inodoros de bajo flujo.
Los inodoros fabricados antes de los años 90 solían usar tres veces más agua que los nuevos modelos de bajo flujo. Al modernizar las casas existentes e incentivar a los constructores a instalar inodoros eficientes en las nuevas construcciones, los funcionarios de Santa Fe redujeron el uso diario. Hoy en día, la ciudad continúa incentivando la eficiencia en otros electrodomésticos.
Luego, en el 2007, Santa Fe Water inició otra solución innovadora: una estructura de tarifas de dos niveles. En otras palabras, un mayor consumo de agua implicaba mayores tarifas por galón. "Una vez que alcanzas este segundo nivel, te enviaremos una firme señal, como para decir, 'Estás usando mucha agua y lo vas a pagar en tu factura'", dijo Roach.
AHORRAR PARA UN ‘DÍA NO TAN LLUVIOSO’
Hoy en día, los niveles de los acuíferos han vuelto a subir, y los pozos de la ciudad funcionan principalmente como una cuenta de ahorros para un "día no tan lluvioso", dijo Roach. Aún así, hay más por hacer para preparar a la ciudad para un futuro seco y caliente. Los expertos anticipan que Nuevo México tendrá aproximadamente un 25 por ciento de menos agua en los próximos 50 años, y Roach dijo que Santa Fe ya está experimentando escasez de agua como resultado de la aridificación.
Aún así, sigue siendo optimista sobre el futuro y está comprometido a utilizar estratégicamente el suministro de agua que queda en la ciudad. "El galón de agua más barato siempre es el que ya tienes", dijo.
Una solución altamente deseable es un plan para obtener créditos por el agua reutilizada. Aproximadamente dos tercios del agua que la ciudad desvía de la cuenca del río Colorado terminan de vuelta en la planta de tratamiento de agua. Se están realizando permisos para permitir que la ciudad devuelva esta agua tratada al río a cambio de créditos por más agua. De ser implementado, este plan rendirá una porción sustancial del agua de la ciudad tres veces más que antes.
Roach considera que este proyecto, conocido como el Proyecto de Flujo de Retorno de San Juan-Chama, es clave para guiar a Santa Fe a través de la espada de doble filo que representa el cambio climático y la sequía prolongada. Los grupos ambientalistas y algunos residentes río abajo se preocupan por la reducción de los flujos de agua y la calidad del agua tratada que se devuelve al Río Grande.
EN BUSCA DE SOLUCIONES
En ciertas formas, el éxito de Santa Fe puede ser difícil de replicar. No es algo común que una ciudad de su tamaño tenga tantas fuentes de agua (agua del río Santa Fe, agua desviada de la cuenca del río Colorado y agua subterránea de dos campos de pozos). Santa Fe también es única en el sentido de que no alberga industrias que consumen mucha agua, como la agricultura a gran escala o la manufactura.
A pesar de los éxitos de Santa Fe, Roach nos recuerda que gran parte del progreso de la ciudad provino de la lucha. "Construir esa ética de conservación fue algo que ocurrió porque tuvimos que pasar por un tiempo realmente difícil", dijo. "No le deseo eso a otras comunidades."
Evitar esos tiempos difíciles tomará el esfuerzo de todos nosotros. La geología de Nuevo México es variada, y no hay una solución única para todos. Esto significa que las comunidades individuales deberán unirse en busca de soluciones que funcionen para cada comunidad en particular.